Eugenio Espejo
Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo ( 1747, en Quito, Ecuador - 27 de diciembre de 1795, encarcelado en Quito). Fue un prominente investigador científico, médico, escritor, abogado, periodista, pensador, quiteño ideólogo político y considerado en Ecuador prócer de la independencia.
Biografía
Según la leyenda romántica, fue hijo de un indígena quechua, Luis Chuzig (lechuza), procedente de Cajamarca
de una familia de picapedreros, quien se instaló en Quito como
asistente del sacerdote y médico José del Rosario. Su madre, Catalina
Aldás, era una mulata nacida en Quito. Al contrario de lo que se piensa Luis Chuzig, no solo fue un simple
picapedrero o asistente de José del Rosario, fue además y por sus
propios medios un indio culto, que aprendió a leer gracias a la ayuda de
Don Luis Benítez de la Torre, Cura y Vicario de Cajamarca,
quien a escondidas, instruyó a Luis "Chuzig", ya que en esa época era
prohibido, que los indios sepan leer, y este en agradecimiento utilizó
el apellido "Benítez", mismo apellido con el que contrajo matrimonio con
Catalina Aldás. El origen de apellido "Santa Cruz y Espejo" no está aun
esclarecido, pero se cree, que fue impuesto por algún español, ya que
en esa época, todos los indios evangelizados, se les asignó nombres y
apellidos cristianos.
Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, aprendió sus primeras
letras en casa de sus padres y luego, supuestamente, en una escuela
católica para niños pobres. Sin embargo, existe controversia sobre el
origen del sabio quiteño, pues existen documentos que comprueban que el
nombre familiar de Espejo, lo llevaba ya el padre de Eugenio, quiteño, e
incluso su abuelo, español. Es más, la inscripción de nacimiento de
Eugenio de Santa Cruz y Espejo, está dada como tal, y ubicada en el
libro de blancos, hecho imposible de consumar para un indígena, por
influyente que fuera, ya que el sistema de castas de la Colonia lo
prohibía explícitamente. Pero también, podría existir evidencia que
María Catalina Aldás Larraincar o Larrinzar, no era mulata, sino de
origen español hecho del que se valieron sus padres para poder
inscribirlo en uno de los más prestigiosos colegios de Quito "El Colegio
de San Luis" para el efecto, María Catalina Aldás, presentó su partida
de nacimiento. Por otro lado, una vez inscrito desde muy temprana edad en colegios
exclusivos de la aristocracia quiteña, llego a ser electo representante
de sus compañeros en varias ocasiones. De esta época data su probable y
único retrato conocido, en compañía de su clase.
Según algunos historiadores que defienden la historia romántica de
Espejo, a él le fue muy difícil abrirse paso dentro la clasista sociedad
colonial, pero consiguió doctorarse en medicina en 1767 y poco después también en jurisprudencia y derecho canónico. Dentro la sociedad quiteña se convirtió en el eje de la vida cultural y propagador de ideas progresistas, con un considerable apoyo por parte de la aristocracia criolla. En 1779 publica su primera gran obra, El Nuevo Luciano de Quito una crítica terrible a todos los problemas y deficiencias de la vida cultural en la Real Audiencia de Quito. Fue acusado de ser el autor de un texto que aplaudía el levantamiento de Túpac Amaru y Tupac Catari. Su activismo cultural acabó enfrentándolo a las autoridades, que lo procesaron en la capital del virreinato, Bogotá, pero este hecho contribuyó a aumentar aún más su prestigio; ya que salió libre de todo cargo.
Hijo de un indio cajamarquino, que había llegado a Quito como paje de
un fraile y de una mulata cuya madre había sido esclava de otro
religioso. Ni siquiera poseía apellidos propios. Los de sus padres, que
él recibió, eran apellidos adoptados. El indio se hacía llamar Luis de
la Cruz Espejo. La mulata, Catalina Aldas y Larraincar. Alguien que
quiso denigrarlo, un cura del poblado de Zámbiza, le echó en el rostro
la humildad de tal origen, y dejó así este chisme para la posteridad:
"es constante que su padre, Luis Chuzhig por apellido y mudado en el de
Espejo, fue indio oriundo y nativo de dicha Cajamarca, que vino
sirviendo de paje de cámara al Padre Fray José del Rosario, descalzo de
pie y pierna, abrigado con un cotón de bayeta azul y un calzón de la
misma tela".
El antiguo peón de Cajamarca puso todo empeño y aptitud en
convertirse en cirujano de aquel centro de salud. De lo que hay que
hablar con admiración es más bien de la manera con que educó y formó a
su hijo Eugenio Francisco Xavier. Batallando con circunstancias
desalentadoras, aflictivas, estimuló tempranamente las facultades
intelectuales de éste. Alimentó su vocación médica, originada sin duda
en el ambiente del hospital, en donde el pobre vástago indio pasó los
años de la niñez y la adolescencia. Y cuya culminación no fue solamente
la de un título de doctor en medicina, sino la de la forja de una sólida
personalidad de investigador. Ella está explícita en el mejor de sus
libros: "Reflexiones acerca de las viruelas".
Aquel hijo de indio y de mulata, destituido hasta de apellidos
propios, debió soportar la adversidad de un medio que discriminaba
tercamente los grupos sociales siguiendo los prejuicios de la sangre y
el dinero. A veces usaba nombres supuestos para firmar sus libros. No
podemos suponer cómo fue el aspecto verdadero de tal hombre. Su
fisonomía y su figura. Aun a pesar del breve autorretrato que él
escribió. Los óleos y bronces que ahora pretenden mostrarnos su imagen
son una pura invención del artista.
Eugenio Francisco Xavier Espejo no pudo menos que sufrir el conflicto
psicológico que eso producía. Se lo advierte en sus actitudes y
confesiones. Intentaba hacer valer el abolengo español de los allidos
Aldas y Larraincar de su madre, sin querer recordar que ésos fueron
apellidos adoptados. O pasados ya diez años de la aparición de "El Nuevo
Luciano de Quito", el Presidente de la Audiencia José de Villalengua y
Marfil todavía lo juzgaba acremente, diciendo que contenía "sátiras a
sujetos muy conocidos y de clase muy diferente a la de Espejo".
¡Siempre la torpe acusación a la humildad de su origen! Y en 1810,
quince años después de su muerte, las autoridades españolas seguían
recordándolo con amargo resentimiento. A un hombre de aquella condición
social, determinada por la pobreza de su origen, que además se atrevía a
opinar con desenfado crítico sobre el estado de las colonias, tenían
las autoridades que hacerle víctima hasta de un desdén póstumo. Y así su
defunción fue registrada en el libro de indios y negros que mantenían
aquellos feroces guardianes de castas y de clases.
El doctor Espejo también soportó cárceles. Fue tratado como un
"facineroso". Se trató de confinarlo en las selvas con pretexto de una
expedición científica. Se lo enjuició haciéndole responsable hasta de
hechos y papeles que nunca se comprobó que le eran realmente
imputables. El aclaró su posición sin cobardía. Reconoció la paternidad
de libros de que se enorgullecía. Tuvo que ir a defenderse ante el
propio Virrey, en Bogotá, en donde estableció amistad con dos jóvenes
colombianos que habrían de honrar a toda Hispanoamérica como Antonio Nariño, el primer traductor en lengua castellana de la Declaración de los Derechos del Hombre, y el científico Francisco Antonio Zea.
Política y actividades literarias
Fue nombrado primer director de la biblioteca pública, compuesta por más de 40.000 volúmenes procedentes de los fondos de la Compañía de Jesús, recientemente expulsados. También publicó importantes trabajos de medicina, como las Reflexiones acerca de las viruelas (1785), el cual se convertiría en el primer texto científico que refería la existencia de microorganismos (inclusive antes que Louis Pasteur) y que definiría como política de salud conceptos básicos en la actualidad como la asepsia y antisepsia de lugares y personas. Más adelante colaboró en la creación de la Sociedad Patriótica de Amigos del País de Quito a semblanza de las otras que comenzaban a surgir en España y en las colonias y, sobre todo, editó el primer diario de la ciudad: Primicias de la Cultura de Quito (1792).
Por su actividad de denuncia continua fue nuevamente encarcelado,
después de 11 meses lo dejaron libre para morir tranquilo en su casa el 27 de diciembre de 1795 a causa de disentería.
Pensamiento
Su pensamiento es una adaptación de ideas ilustradas
en el entorno colonial de la Audiencia. Sus ideas promovían la igualdad
de todos los ciudadanos y nacionalización de las propiedades
eclesiásticas. En su ideario aparecía por primera vez la igualdad de los
indígenas con los criollos (ideal que quedó eliminado en los procesos de independencia) y también por primera vez planteaba los derechos de la mujer.
En Ecuador se considera que fue el primero en afirmar la necesidad de
una emancipación de España y en proclamar la individualidad del país y,
en general, de toda América; y que sus ideas, si bien modificadas en algunos aspectos importantes, inspiraron a los revolucionarios del 10 de agosto de 1809.
En cambio, autores como Efren Aviles Pino indican que Siempre
se ha dicho que Espejo es el precursor de la independencia, pero no es
así. Espejo sí fue un revolucionario ya que a través de sus escritos y
publicaciones procuró reformar las estructuras sociales y políticas de esa época.
Eugenio Espejo es considerado como uno de los mayores agitadores de
los planteamientos de la independencia y crítico de la Colonia. A los 20
años se graduó de médico y ejerció múltiples trabajos como periodista,
bibliotecario y escritor de innumerables obras tales como: Nuevo Luciano
de Quito (1779), Reflexiones acerca de un método para preservar a los
pueblos de la viruela (1785), Cartas Riobambenses (1787), Discurso sobre
la necesidad de establecer una sociedad patriótica con el nombre de
"Escuela de la Concordia" (1789), etc.
Los aportes dados por Espejo, en los distintos ámbitos contribuyeron
al pensamiento social ecuatoriano; en el escenario de la medicina expuso
sus conocimientos para prevenir la viruela y elaboró una reflexión
histórica de las enfermedades contagiosas, realizó un cuadro exacto de
las costumbres y condiciones sanitarias de Quito, dando una respuesta
objetiva y científica a la causa de la enfermedad. Sin conocer los
experimentos de Pasteur, halló la noción de la fermentación de las
sustancias y las causas de los contagios. Llegó a las conclusiones que
las condiciones sociales de explotación y de la mala distribución de la
riqueza son propicios para el cultivo de enfermedades.
El pensamiento de Espejo promovío la igualdad de todos los ciudadanos
y la nacionalización de las propiedades eclesiásticas. En su ideario
aparecía por primera vez la igualdad de los indígenas con los criollos y
también planteó el reconocimiento de los derechos de la mujer.
En noviembre de 1791 forma “la Sociedad Patriótica de Amigos del País
de Quito”, compuesta por 25 miembros que se reunían semanalmente para
discutir los problemas agrícola, educativo, político, social y analizar
el desarrollo de las ciencias físicas y naturales. Sintiendo la
necesidad de difundir los planteamientos independentistas, editó en 1792
el primer periódico publicado en la ciudad denominado "Primicias de la
Cultura de Quito", órgano de esa sociedad y del que salieron siete
números hasta el 29 de marzo de ese año.
Es considerado como uno de los primeros en afirmar la necesidad de
una emancipación de España y en proclamar la individualidad del país y,
en general, de toda América. Sus ideas inspiraron a los revolucionarios
del 10 de agosto de 1809.
Eugenio Espejo, murió en la cárcel el 26 de diciembre de 1795 a los
48 años de edad y acusado de conspiración, se le inculpó que en las
cruces de Quito amanecieron banderolas escarlatas con el lema que decía
"Al amparo de la cruz, sed libres, conseguid la gloria y la felicidad".
Importancia de su obra
Eugenio Espejo fue ciertamente un hombre de la Ilustración. Asimiló
las ideas que los pensadores modernos echaban a circular desde Europa.
Poseía una biblioteca apreciable. Se entusiasmaba con los nuevos libros.
Y congregaba en su hogar pobre y solitario a los jóvenes de Quito,
para explicar y comentar la doctrina de aquellos. Se lo consideraba un
verdadero filósofo (tal se desprende de las palabras de José Mejía, una
de las personalidades más cabales dentro de la oratoria en lengua
castellana, y en cierto modo discípulo de Espejo). Pero en su espíritu
hallaban lugar no únicamente las ideas de su tiempo, sino también las
de los clásicos. Estos ejercían sobre él mucho sugestión. Los citaba a
cada paso. Y hasta prefirió la estructura de los diálogos a la manera de
Luciano para exponer sus propias enseñanzas. Por eso se llamó a sí
mismo "el nuevo Luciano de Quito", o "despertador de los ingenios", que
es precisamente el título de la primera obra que escribió. El
propósito que entonces alentó y que persistió a lo largo de su carrera,
fue el de hacer una crítica sin contemporizaciones al estado
intelectual de la Colonia.
El caso de Espejo es de los más únicos de nuestra América: por su
ancestro, por su condición social, por sus estudios, por su labor de
investigación científica, por su labor en el periodismo. Por su crítica
de la educación pública y de las instituciones españolas. Por su
docencia estética, por su nítida comprensión de la realidad americana,
por su empeño revolucionario, mantenido con el sacrificio de la propia
vida, y llevado hasta los países vecinos con ánimo ejemplar, Espejo fue
"una de las figuras más descollantes de la Ilustración", y sus libros
"la mejor exposición de la cultura colonial del siglo XVIII".
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